Capitulo 4.1 – Hacia otro continente

Primeros meses de 2016

Después del primer mes, Maffe tuvo que volver a la veterinaria por la extracción de sangre: había venido el momento de la prueba de los anticuerpos. La muestra se tuvo que enviar a analizar a un laboratorio en Europa. Estuvimos en espera de los resultados una semana más o menos, pero desgraciadamente no salieron bien. Nunca supimos qué es lo que salió mal pero la conclusión es que tuvimos que volver a empezar, poniéndole otra vez la vacuna y esperando otro mes. Por suerte, Myriam nos confirmó su disponibilidad a cuidar de Maffe hasta que hiciera falta. Con ella debería haberse quedado unos cuatro meses pero todos los problemas que ocurrieron los convirtieron en casi siete. Con Myriam chateábamos a menudo y saber que mi nene estaba con una mujer tan llena de amor me daba muchísima paz.

Cuando Mónica vio lo que habíamos conseguido con Maffe, decidió llevarse a Touba a Madrid con ella. Otra vez quien la ayudó fue Vicky, que le encontró una familia de acogida y gestionó todos los temas sanitarios y burocráticos. La decisión de Mónica de llevarse a África a España le salvó la vida, no solo por haberla quitado de la aldea, donde ella había empezado a tener conflictos con los locales desde que había tenido los bebés, sino porque literalmente se habría muerto sin tener a un veterinario cerca como estando en la capital. Una chica del centro le había prometido esterilizarla a la familia a la que le había pedido adoptarla con su hermano Ker, así que en cuanto los bebés estuvieron destetados se la llevó a Dakar para que la veterinaria de ARL la operara. Gracias a la decisión de Mónica, no se cometió la locura de llevarla inmediatamente de vuelta a la aldea, porque su herida se volvió a abrir dos veces y dos veces se tuvo que correr de urgencia a que la pusieran puntos.

Cuando le insertaron el microchip, le pidieron a Mónica cambiarle de nombre. Ker y Touba se llamaban así por unas galletas deliciosas que hacían en la aldea y se llamaban kertouba. Pero el caso es que Touba también es el nombre de la ciudad sagrada del Muridismo, en el Senegal central, y es el lugar de entierro de su fundador, Shaikh Aamadu Bàmba Mbàkk. Como ella pueden llamarse una marca de café o una cadena de gasolineras, pero no un perro, considerado un ser tan impuro. Así que Mónica la llamó África y como a África las pruebas salieron bien a la primera llego a Madrid en marzo, donde viven felices juntas desde entonces. Mónica sigue trabajando de educadora y etóloga canina y fue mi más importante por no decir único verdadero apoyo en la adaptación y rehabilitación de Maffe. Su trabajo está documentado en su blog http://www.africomportamientoanimal.com/ y con el mismo nombre la encontráis en Instagram.

África, Sumi y Mónica

La llegada de Maffe, en cambio, se retrasó porque nada salió bien al primer intento. Cuando por fin conseguimos todos los documentos sanitarios necesarios ya estábamos a mediados de abril y el problema empezó a ser la manera de hacerle llegar aquí. Para que llegara directamente a Barcelona, la única compañía que operaba este vuelo no permitía el transporte de animales bajo ninguna forma, a no ser que fueran casi de bolsillo. Además, las compañías aéreas que antes permitían el transporte de animales de Dakar a Madrid sin acompañante humano habían cambiado su política y esto ya no era posible. Tampoco conseguíamos encontrar a nadie que viajara a Madrid en breve llevándose a Maffe como si fuera su perro, que es como había llegado África. Denis, un ángel de ARL, sí se ofreció acompañarle, pero esta solución tampoco resultó posible porque en Madrid el chico solo hacía escala.

Empecé a sentir que estaba todo mal. Quizás, todos esos eran señales que me decían que no debería sacar a Maffe de África. La verdad es que sentía que le iba a quitar la libertad y forzar a un cambio de planeta sobre el cual nadie había pedido su opinión. Varias veces pensé que debería quedarse con Myriam. Ya llevaba meses allá y estaba bien. Le tenía enorme cariño a ella y toda la familia y seguía viviendo en su continente: un poco más al norte, pero con un clima, una vegetación, unos olores mucho más familiares que los que encontraría aquí. Estuve a punto de escribirle a Myriam, que también le quería mucho ya. Pero luego pensé a cuánto me costó encontrar a una familia de acogida. Pensé que todos los ángeles de ARL se llenaban la casa de gatos y perros hasta llegar al límite máximo y ya no poderse ofrecer ni de acogida. Seguir con el plan de traer aquí a Maffe era mi obligación moral para que Myriam pudiera seguir salvando vidas. La supervivencia de Maffe ya estaba garantizada, había que seguir luchando.

La semana antes de su llegada, empecé a contactar con la compañía de transporte para saber qué hacer y cómo y prepararnos todos a su llegada. Hablé con mujeres extremadamente amables y empáticas que me ayudaron muchísimo a hacer el proceso más ágil: entre ellas, la veterinaria encargada de chequear los documentos y comprobar el microchip de Maffe el día de su llegada. Descubrí que eso sería posible solo de 9h a 13h, con lo cual me pareció una gran suerte que Maffe llegara a las 6h de la madrugada y no a primera hora de la tarde, ya que esto le obligaría a quedarse en un almacén hasta el día siguiente. Así tratamos a los animales, literalmente como mercancía. Más descubría detalles, más me hacía horror. De Madrid a Girona en el AVE ni hablar: la medida máxima de transportín admitido y el peso total con el animal dentro eran absolutamente insuficientes para Maffe, un perro de talla mediana “sólido como una roca”, como lo definía Vicky. Para ahorrar a nuestras lectoras todos los tediosos detalles de los muchos cabos que tuve que atar en aquellos días, finalmente Mónica me llevaría al aeropuerto a buscarle y luego a Madrid ciudad. Desde allá un chico que contraté en Blablacar nos llevaría a Barcelona. Desde Barcelona cogeríamos un tren regional a Girona, en donde sí con correa y bozal Maffe podía viajar.

Había costado mucho, pero todo parecía organizado. El sábado 7 de mayo por la mañana me fui al centro de Girona para buscar donde imprimir los documentos de Maffe recibidos de Senegal por correo electrónico, ya que me aconsejaron llevar una copia conmigo. La ciudad se preparaba para Temps de Flors. Me senté en una terraza a tomar un café. En la mesa a lado estaba una mujer con un perro. Los miré, admirando su complicidad silenciosa, y se me llenó el corazón de emoción: a partir del día siguiente, aquella mujer en la terraza con su perro sería yo. Aquel animalito que tanto me había enamorado y que temí no llegaría vivo a final del año anterior estaba a salvo y viviría el resto de su vida conmigo. Nadie más le haría daño, si no haciéndomelo a mi primero. Había parecido tan imposible, pero lo habíamos conseguido. Escondí mi conmoción detrás de las gafas de sol mientras pagaba mi café y volví a casa. Mónica vino a buscarme poco después y juntas empezamos el viaje que cambiaría mi vida, haciendo de mí una madre.

Co-responsable del Departamento de Rescate y Rehabilitación de Fundación Mona y Colaboradora de Pampermut
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