Si has viajado a Estambul te habrás dado cuenta de que aparte de las bonitas mezquitas y de la espectacular costa del estrecho de Bósforo, los turcos tienen un cariño especial a los perros y gatos callejeros.
Durante el tiempo de cuarentena que se permitía la circulación de personas dentro de una misma ciudad durante los días laborables, la gente salía de sus casas para alimentar a los animales callejeros. Es más, los mismos ayuntamientos establecieron personal para realizar esta tarea. Durante el fin de semana que había confinamiento total, el Gobierno estableció una excepción para aquellos que quisieran salir a alimentar a los perros y gatos que vivieran cerca de sus casas.
Esto no ha sucedido solo en Turquía, en Marruecos la policía de Tánger también se dedicó a alimentar a los animales; en Atenas se creó una aplicación online para que los ciudadanos pudieran donar comida a las veterinarias municipales y se dio permiso a 350 voluntarios para poder alimentar a los animales callejeros.
Si hablamos de España, también se realizó en Sevilla y Barcelona. Por el contrario, en China, como al principio de la pandemia no sabían si los animales podían contagiar, hubo una ola de abandonos e incluso había órdenes de sacrificar a los animales domésticos infectados.
Estambul es un caso especial, hay más de 200.000 perros y gatos callejeros, a los que se le tiene respeto y amor.
Este amor se debe a la historia de la ciudad. En 1911, capital del Imperio Otomano, el gobernador se cansó de ver tantos perros callejeros y decidió exterminarlos, así que decidió capturarlos y exiliarlos en la isla Sivriada (isla nunca habitada). Pero no todo salió como esperaban, unos 80.000 perros murieron de hambre, sed y ahogados intentando escapar.
Este suceso causó traumas en la población e incluso se decía que escuchaban ladridos de perros desesperados. Un tiempo más tarde, Estambul fue sacudida por un terremoto, que fue interpretado como un castigo divino, por eso, desde ese entonces se les tiene un cariño especial a los perros y gatos.
