Capítulo 2.1 – Hacia la capital

Otoño 2015

Una vez en España, con una conexión decente, me puse como una loca a buscar una solución para los perros. Mónica seguía protegiéndoles, pero estaba al límite de sus posibilidades y además en dos meses marcharía ella también. Especialmente a Maffe, solo le quedaría tener que enfrentar una muerte injusta e inmerecida. Estábamos a finales de octubre y volví a contactar con Animal Rescue League Dakar. Cuando estaba en África, ya había intentado contactar con ellos, pero me dijeron que no podían acoger ni adoptar a Maffe. No se trataba de una protectora con un lugar físico, sino de un grupo de apasionadas voluntarias que se dedicaban a rescatar animales perdidos o callejeros, luchar contra las campañas de envenenamiento masivo organizadas por los ayuntamientos, hacer educación y en caso de necesidad ofrecerse como familias de acogida.

Desde España, les escribí otra vez, pero con una petición diferente: con Mónica habíamos pensado que una opción podría ser poner en marcha todo el proceso necesario para llevarlo a Europa y necesitábamos ayuda. Me contestó una de las mujeres a quiénes más le debo por el resto de mi vida: Vicky Van Gemert. Me contestó pidiéndome fotos de Maffe, sin prometerme nada pero ofreciéndome su ayuda.

Entonces me explicó todo lo imprescindible para enviarlo a Europa, en el orden en el que teníamos que resolverlo. Antes de todo habría que ponerle el microchip, luego la vacuna antirrábica. A partir de aquel momento, tendríamos que esperar 30 días para luego hacer un test de anticuerpos, enviando una muestra de sangre a algún laboratorio europeo. Hecho esto, un veterinario registrado debería rellenar todos los documentos obligatorios y requeridos por la Unión Europea y tenerlos firmados por un veterinario en Senegal no más de 9 días antes del viaje. Habría entonces que buscar una compañía aérea que permitiera a Maffe viajar y encontrar el dinero para el vuelo. Y, por supuesto, alguien debería ir a buscarle al aeropuerto de llegada.

Con Vicky confirmamos que todo el proceso tenía que tener lugar en la capital, ya que en la zona rural donde estábamos, en el sur del país, era bastante complicado. El problema era que, admitido que se encontrara un veterinario, muy difícilmente dispondría de microchip, vacunas y posibilidad de hacer test de sangre. Con lo cual, habría que encontrar una familia de acogida en Dakar por todo este tiempo y también el dinero para su alimentación.

Después de muy poco tiempo, Vicky me volvió a escribir, preguntándome cómo se llevaba Maffe con los gatos. Les conté que le vi una vez encontrarse con uno: Maffe solo manifestó curiosidad pero inmediatamente el gato le explicó quién mandaba allí. Y lo mismo le pasaba con gallinas, cabras y burros. Le tuve que confesar que se llevaba un poco mal con los locales, pero también era un nene adorable y que tenía que salvarle la vida sí o sí.

Cuando ella vio un par de vídeos que le envié, me preguntó por qué no me lo iba a quedar yo. La verdad era que yo me iba a marchar a los Estados Unidos por un buen tiempo y solo quería salvarle la vida. Nunca había tenido un perro ni podía imaginarme cuidando de uno, con mi vida tan desordenada y egoísta. Pero Vicky me dijo que enviarlo a los EEUU sería hasta más fácil y rápido, y luego desde allá podría llevármelo a España sin problemas. Finalmente, estos eran detalles que se podrían definir más tarde. La buena noticia fue que mientras chateábamos Vicky ya me había encontrado a la familia de acogida: otra mujer que siempre tendrá todo mi agradecimiento, otro ángel de Maffe. Se llama Myriam Monfort y es una dulce mujer francesa que vive en Thiès y rescata a todos los animalitos que pueda. Con ella ya vivían dos gatos, dos perros y dos pájaros que muy a menudo volaban libres por la casa, todos, evidentemente, rescatados.

Todo estaba en marcha ya: inmediatamente se lo dije a Mónica, que lloró de felicidad y no perdió ni un momento para organizar el viaje a Dakar. Mientras, con Vicky montábamos una página de crowdfunding y yo empezaba a hacer máxima difusión. Ya el día siguiente, Mónica empezó un viaje increíble, de casi 24 horas, parte en moto, parte en autocar, en carreteras accidentadas por las lluvias, con Maffe exprimido dentro un transportín de tela para gatos y un cordel de collar y correa para los pipis en las paradas. Vivíamos en un pueblo donde no había casi nada y que lo que ella hizo fue heroico es decir poco. Los dos llegaron a Dakar a las 5 de la madrugada, reventados, y en la parada de autobús estaba Vicky esperándoles. Vicky es una mujer que rescata animales sin parar y aun así, todo lo que estábamos haciendo para un solo perro le pareció increíble y maravilloso…

Continuará la historia en el capítulo 3.

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Co-responsable del Departamento de Rescate y Rehabilitación de Fundación Mona y Colaboradora de Pampermut
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